La deserción escolar vuelve a encender las alarmas en Encarnación.


A medida que culmina el año lectivo, la Coordinación de la Niñez y la Adolescencia (CODENI) reporta una preocupante cantidad de casos de niños, niñas y adolescentes que dejaron de asistir a clases o se ausentan durante semanas sin justificación, una realidad que desnuda profundas falencias familiares y sociales.

En entrevista con la licenciada Lania Rojas, encargada de la CODENI, se confirmó que los casos de ausentismo y abandono se multiplicaron en los últimos meses, afectando a instituciones educativas de todos los niveles, desde el inicial hasta el secundario.

“Estamos ante una situación muy delicada. Cada niño que deja de asistir a clases pierde oportunidades, pero también corre riesgos: el abandono escolar suele ser el primer paso hacia otras vulnerabilidades”, advirtió Rojas con visible preocupación.

La funcionaria explicó que, tras recibir notificaciones de los directivos escolares, el equipo de la CODENI inició visitas domiciliarias para verificar las causas y conversar con las familias. 

En muchos de los hogares según detalló se detectan a madres solteras, enfermedades, problemas económicos, desinterés de los adultos responsables o falta de acompañamiento en el proceso educativo.

“No podemos hablar solo de falta de recursos. También hay una ausencia de compromiso de parte de algunos padres. La educación no puede ser una opción, es un derecho que debe garantizarse”, subrayó.

La CODENI continuará con monitoreos y seguimientos hasta los primeros meses del 2026, en coordinación con instituciones educativas y el Ministerio de Educación, para evitar que los casos se agraven y los estudiantes no regresen al sistema escolar.

La licenciada Rojas apeló a la conciencia de los padres y tutores, recordando que el abandono escolar no solo compromete el futuro académico de los hijos, sino su integridad emocional y social.

“Detrás de cada niño que deja la escuela, hay una historia de dolor o de indiferencia. No podemos mirar a otro lado”, finalizó.

Este llamado de atención se suma a la necesidad urgente de reforzar el acompañamiento familiar y comunitario, en una ciudad donde la educación más que un deber debería ser vista como la herramienta más poderosa para romper los ciclos de vulnerabilidad.