Según la Fiscalía ucraniana, la mayor parte de las víctimas infantiles, contando fallecidos y heridos, se han registrado en la región de Donetsk, con 361.


La Fiscalía de Menores ucraniana denunció este sábado que al menos 358 niños han muerto y en torno a 683 han resultado heridos en ataques perpetrados por Rusia desde el comienzo de la invasión a Ucrania a finales de febrero.

La mayor parte de las víctimas infantiles, contando fallecidos y heridos, se han registrado en la región de Donetsk, con 361; Járkov, con 194, la región de la capital, Kiev, con 116; Chernígov (68), la región de Lugansk (54), Jersón (54), Mikolaiv (48), Zaporiyia (40), Sumy (17) y Yitomir (15).

Este nuevo balance se da a conocer después de que Rusia confirmara que más de 300.000 niños ucranianos se encuentran ya en su territorio desde el principio del conflicto en lo que el Gobierno de Kiev considera una “expulsión ilegal” de su ciudadanía y Moscú describe con el término de “evacuaciones”.

En total, desde el comienzo de la guerra contra Ucrania, 1,9 millones de ucranianos se encuentran en territorio ruso, incluidos 307.423 niños, según los datos del jefe del Centro Nacional para la Gestión de la Defensa de Rusia, Mijail Mizintsev, recogidos por Interfax. La Fiscalía detalla además que 2.188 instituciones educativas han resultado dañadas debido a los bombardeos de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa. De ellas, según el organismo, 221 han resultado completamente destruidas.


Hay que recordar que unos 5.110 civiles ucranianos han muerto y casi 6.800 han resultado heridos como consecuencia de la invasión rusa, según el último balance actualizado del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, publicado el pasado lunes.


La ONU ha constatado, en este mismo balance, 346 niños fallecidos y 547 heridos desde el principio de la guerra. Sin embargo, tanto Naciones Unidas como la Fiscalía de Ucrania temen que estos datos sean realmente inferiores a las cifras reales dada la dificultad de recopilar información durante el conflicto.



FUENTE: LA NACION