Este miércoles la revista Nature dedicó su portada a una investigación de la Escuela de Medicina Grossman de Nueva York, que explica por qué una parte de esa familia biológica no desarrolla esa característica, a diferencia de gran parte del reino animal.


Este miércoles la revista Nature dedicó su portada a una investigación de la Escuela de Medicina Grossman de Nueva York, que explica por qué una parte de esa familia biológica no desarrolla esa característica, a diferencia de gran parte del reino animal.


Trabajos anteriores habían vinculado más de 100 genes con el desarrollo de la cola en diversas especies de vertebrados, y los autores de este trabajo exploraron la hipótesis de que su ausencia se producía por una modificación en el ADN de uno o varios de ellos.


Específicamente, se centraron en un gen, llamado TBXT, cuyas mutaciones se han asociado con colas particularmente cortas en varios animales, incluidos los gatos de Manx.  Pero los autores del estudio descubrieron que no dependía de las mutaciones del TBXT, sino de la inserción de un fragmento de ADN llamado AluY en el código regulador del gen.


 En concreto, la investigación apunta al proceso por el que las instrucciones genéticas regulan las proteínas, las moléculas que conforman las estructuras y señales del organismo. El ADN es leído y se convierte en ARN y ARN mensajero maduro (ARNm), que produce esas proteínas.


Un paso clave en este proceso se produce cuando ciertas secciones, llamadas «espaciadoras» guían la manera en que ciertas regiones se cosen con otras (lo que conoce como empalme de ARN), antes de ser eliminadas.


 Los autores del estudio consideran que AluY, un tipo particular de espaciadoras (a veces llamado gen saltarín o móvil) es el que influye en la lectura del TBXT y que provoca la falta de desarrollo de la cola.


Estudio previos habían apuntado que la pérdida de la cola podría haberse producido para dar una ventaja evolutiva a nuestros antecesores que pasaron de una vida que se desarrollaba fundamentalmente en los árboles a pasar más tiempo en el suelo, como Ardipithecus ramidus.


Fuente: El Mundo.